sábado, 12 de noviembre de 2011

EL RUIDO DE LOS RIOS en librerías

El ruido de los ríos ya fluye, y se encuentra ya disponible en las siguientes librerías:

INPAZ LIBROS
Av. Gaona 3125 - Buenos Aires

OTRA LLUVIA
Bulnes 640- Buenos Aires

LA LIBRE
Bolivar 646- Buenos Aires

LIBRERIA MICASA
libreriamicasa.wordpress.com
Buenos Aires

KIOSCOS DE DIARIOS
Anchorena esquina Tucumán
Jean Jaures esquina Lavalle
Buenos Aires

KIOSKO DE GOLOSINAS
Tucumán esquina Anchorena
Buenos Aires

DISTRIBUIDORA NUDISTA
editorialnudista@gmail.com
Cosquín - Córdoba

sábado, 22 de octubre de 2011

Sobre "El ruido de los ríos"

Mientras leía el libro de Andrés Lewin, pensaba que para oír el ruido de los ríos, primero hay que acercarse.

Hay que acercarse a ese lugar de donde viene el ruido acompasado, la voz de estos poemas. Digo esto por dos motivos. Por un lado, porque en este libro el tema del acercamiento está trabajado una y otra vez. Y por otro lado, porque esta misma presentación, esta reunión de Andrés Lewin con todos nosotros, es también, evidentemente, una manera de acercarse muy particular.

No puedo dejar de pensar que ésta es una doble presentación. Se presenta El ruido de los ríos pero también, tan importante como el libro, y sobre todo por ser su primer libro, el Andrés que muchos de ustedes conocen como amigo, conocido, o familiar, hoy se presenta como escritor, como poeta. Y esto, créanme, no es poca cosa. Me honra ser parte de esta suerte de transformación, ver cómo, para muchos de nosotros, Andrelo va a ser de golpe Andrés Lewin, autor de un libro de poemas.

Un libro donde el tema del acercamiento es recurrente. Como en la ilustración de la tapa, creo que hay una gran horizontalidad en el libro, una mirada que intenta traerlo todo junto. Por ejemplo: vemos a personajes del campo acercarse a la ciudad y plantar su mirada extrañada, oímos una gran cantidad de diálogos entre personajes familiares, kiosqueros, cartoneros, en lugares también reconocibles, una voz que se hermana con los personajes, como si dijera: “Éste es el ruido de los míos”. También hay una aproximación a las tradiciones orales (de hecho, ésta es una poesía muy hablada, para ser oída o, en todo caso, para leer con el oído), y tiene un detallismo que hace que lo que a primera vista pueda ser marginal sea traído al centro de la atención.

Pero sobre todo hay, más que un acercamiento, la búsqueda de un lugar de refugio. Hay una frase citada en el libro que me parece que ilumina bastante lo que quiero decir, es del anarquista Simón Radowitzky y dice: “Yo integro, pese al encierro, la familia proletaria”. Acabo de hablar de refugio y sin embargo esta cita habla de encierro. No creo que sea una incoherencia. Son las dos caras de un mismo modo de concebir la poesía. Y su fuerza radica en ese pese a, pese al encierro la comunión se logra.

En El ruido de los ríos, y enfatizo el plural, hay muchas voces que se entrelazan para formar el tejido de estos poemas por donde se filtra a un tiempo lo íntimo, la conversación con uno mismo, la silenciosa reflexión, y la preocupación por el otro, la mirada social, abarcativa, (“Mi tradición / es la del hombre que se sienta a mi lado”), poemas barriales y otros de tema más latinoamericano, como si el foco se acercara y luego alejara, podemos ver tanto al Che o a Riquelme como a Tadeo Benítez, kiosquero. Digamos, si la marginalidad es una especie de encierro, estos personajes, pese a su condición, o potenciados por ella, saltan esa barrera y oímos su voz refugiada –y expuesta- en los poemas. Ese es el privilegio de esta mirada, y también su riesgo.

De alguna manera, la poesía de Andrés capta algo de lo evanescente, de los saludos al pasar, de las preguntas que nos hacen ruido al movernos del campo a la ciudad, algo del calor, de la música de la conversación, algo de todo eso lo capta la poesía y quedan los poemas. Se escribe en el encierro de la soledad pero se logra que se plasme un rumor vivo, anhelante, cadencioso que no está exento del placer, es decir, de cierto divague, de cierta pérdida de tiempo o, en todo caso, ese saber tomarse su tiempo para mirar, para decir lo que uno ve, cosas no bienvenidas en la vida cotidiana, regida por otros tiempos y pautas. Por eso, por más que leamos cosas que nos puedan parecer muy cercanas y familiares, no hay que dejar de prestar atención al trabajo de fondo que hace de esto algo que escapa a lo cotidiano por ser de otro orden, y que, en definitiva, hace que esto no sean crónicas sino poemas.

Dentro de la marginalidad de la poesía en el mercado editorial y dentro de la marginalidad de la literatura respecto del mercado global, hoy podemos celebrar esta nueva voz que nos dice:

Yo sí tengo algo para decirle al mundo
no sé muy bien qué es
ni si existen las palabras adecuadas
pero alguien tiene que hacerlo
esto se cae, se cae

Sé que hablé de algo así como una horizontalidad, pero ¿ven? este movimiento vertical aparece a cada rato, como un trastabilleo seguro, un saber tropezarse y deleitarse en la demora de la caída.

Como para terminar, en uno de sus textos, Saer dice que “… la poesía no es río majestuoso y fértil sino una piedra firme en medio de la corriente que se deja pulir por el agua”. Por un momento se me ocurrió pensar que El ruido de los ríos podía ser ese, el del agua raspando, tocando, acariciando las piedras invisibles, esa dura maravilla al fondo de las cosas, el sonido de un trabajo perfecto y continuo.

Empecé diciendo que para oír el ruido hay, primero, que acercarse. Fui demasiado medido. Nosotros nos hemos acercado y llegamos a la orilla. Ahora les pido que, como un buscador de tesoros, como un cartonero, hundan sus manos en el agua, como dice Andrés

porque seguro en el fondo
muy al fondo

algún silencio encontraremos
.

A lo mejor el lugar donde el silencio de la piedra que se deja pulir y el ruido de los ríos, coincide.

Tomás Maver

(Texto leído en la presentación del libro, Club de Arte Vuela el Pez, Miércoles 19 de Octubre de 2011)

Sobre "El ruido de los ríos"


Pescadores


Según Eduardo Galeano, quién escribe lo hace para juntar sus pedazos. Durante nuestra infancia, la iglesia, la familia, la escuela, nos enseñan a divorciar el alma del cuerpo, y también, la razón del corazón. Frente a esto, Galeano nos recuerda a los pescadores de la costa colombiana. Al parecer, fueron ellos quienes inventaron la palabra sentipensante, y con esa palabra buscan definir al lenguaje que desea decir la completa verdad. El ruido de los ríos bien podría formar parte de ese lenguaje mítico que soñaron esos pescadores colombianos. En poesía, esta simultaneidad es posible: en última instancia, abrevan todos de una misma forma sentipensante de percibir el mundo. Y como dice el epígrafe de Yupanqui: lo que adentra la cabeza / de la cabeza se va / lo que adentra el corazón / se queda y no se va más.

En este primer libro de Andrés Lewin, podemos pensar entonces que la figura del poeta asume la máscara de un pescador. Se trata, creo, de un pescador tranquilo, sentado a la vera de un afluente emocional ¿Y qué celebra con su silbido, con su canción de pescador atónito? Si no me equivoco, no quiere alabar lo excelso sino más bien lo incompleto, un modo de ser imperfecto que tiene todo lo que realmente existe, y que aparece en El ruido de los ríos refulgente en su pequeñez, en la falta incluso, como en estos versos del poema “El artesano”, en dónde puede leerse:

Ángel estrella
se rasca la espalda.

Le duelen
las cicatrices heredadas

resabios
de un legado de derrotas.

No se resigna
Escapa.

Como toda estrella
se sabe sólo un punto

pequeño
muy pequeño.

Pero el brillo
esa es su revancha.

En el cauce que van configurando los versos, es posible escuchar el rumor de un anhelo continuo: una sed de reconciliación. Hay, como dice el poema que acabo de leerles, brillo y también revancha: el yo lírico aparece como una voz pausada, eminentemente oral, que desea redimir de su nimiedad a los curiosos personajes para quienes canta sus poemas. Y llega, en esta especie de búsqueda inmóvil, en esta lenta pesca de personajes y redenciones, a gestar casi un pueblo entero; un pueblo con Tadeos y con Aúnesposible, con Trankipankis y Jacintos, con Ángeles Estrellas, amparados todos bajo el aura de un eco indulgente.

Ese pescador que atraviesa cada uno de los poemas del libro se revela, en definitiva y a la larga, como un oculto demiurgo, un creador de voces en la orilla: y si el poeta es un pescador, y el pescador un pequeño y piadoso dios, digamos entonces también que el río, el río de los ruidos, pareciera atravesar algún conocido barrio, y en ese trayecto sonoro, nos invita a tener siempre presente a ese otro gran barrio que, en realidad, no es ni más ni menos que nuestra América Latina.

Patricio Foglia

(Texto leído en la presentación del libro, Club de Arte Vuela el Pez, Miércoles 19 de Octubre de 2011)

miércoles, 5 de octubre de 2011

Sobre "EL RUIDO DE LOS RIOS"

El rumor de las palabras y el rumor de la vida, en la poesía de Andrés Lewin son, si no me equivoco, inseparables. Lejos, muy lejos de una estrategia literaria, sus poemas parecen responder a una necesidad interior, un deseo de participar en las cosas del mundo donde el sentido de belleza también sea una forma, responsable y sensible, de participación en la realidad.

A través de esta mirada, el Sur (el continente latinoamericano) se vuelve el eje de sus reflexiones, de las anécdotas y personajes que, de un modo entrañable, recorren las páginas de este libro. La tribu del rock, la alegría del fútbol, son otros de los motivos que pulsan la cuerda de sus poemas, privilegiando, por sobre el intelecto, las percepciones del corazón; el lenguaje hablado, más que el escrito; el ritmo y el tono –a todas luces cercano y emotivo- de una conversación en verso que parece deberle más a las coplas de Violeta Parra (y a la poesía de Carriego) que a las experimentaciones verbales del siglo XX.

El ruido de los ríos, por todo esto, es un libro fuera de lo común. De lo más misterioso, me animaría a decir. Sobre todo, por su acercamiento profundo e ingenuo (es decir, todavía inocente) a una realidad que de otra forma se mostraría, si no amarga, bastante incomprensible.

Osvaldo Bossi

viernes, 30 de septiembre de 2011

Se viene, se viene

InPaz Libros

presenta

una publicación de

Editorial En el Aura del Sauce

El ruido de los ríos

de Andrés Lewin


Miércoles 19 de Octubre, 20 hs
Club de Arte Vuela el Pez,

Av. Córdoba 4379 (esq. Lavalleja)

Presentación a cargo de Tomás Maver y Patricio Foglia,

Lecturas y música en vivo, sorpresas varias.

Comida y stand de venta del libro.

domingo, 17 de julio de 2011

COLORES

El poeta quiere ser poeta
busca precisión en sus actos
la imagen que da frente al mundo.
Por eso es ardua la tarea
de elegir los colores.

En la mirada están los matices
no es lo mismo el verde del dinero
que el del árbol creciendo entre las rocas.
Ni es el mismo el azul que congela
o el del agua cristalina.

Hay quienes prefieren amarillo
el amarillo del semáforo que anuncia
que hay sol por las mañanas.
También están los pasionales
que a veces no distinguen
la sangre propia de la ajena.

Sería más simple la mezcla
los colores unidos de la moda
la wiphala.

Pero aquí estamos
en otra mañana más
con la ardua tarea
de combinar los colores.

EL VIENTO QUE TODO EMPUJA

Que lindo
es sentir que el viento

de nuevo
te empuja hacia adelante.

Pasa muy de vez en cuando
y puede darse

por cualquier
pequeño detalle.

Puede ser una llamada
un gol en el último minuto

o quizá
tan sólo sea

una cara que gira
y mira hacia un costado.

sábado, 18 de junio de 2011

jueves, 7 de abril de 2011

AMÉRICA DEL SUR

hoy ví una nube con forma de américadelsur
hoy soy un hombre que mira una nube /américadelsur
hoy escribo que soy un hombre
mirando una nube / américadelsur
hoy es américadelsur / la que se deja escribir
por un hombre mirando una nube
hoy es la nube / la que da sombra a un hombre /
de américadelsur



a juan gelman