jueves, 2 de abril de 2009

ABASTO


De niño quise ser jugador de fútbol. Cuando me dí cuenta de mis dos grandes problemas, la pierna izquierda y la derecha, empecé a caer en la cuenta que los sueños no siempre son una cosa sencilla. Empecé a imaginarme escritor, como Fontanarrosa. Me veía escribiendo cuentos de futbol, bares, amistades. Pero la realidad tampoco es una cosa sencilla. Prefiero contarles lo del 20 de Julio de 2007 .

Era de noche, 1 AM para ser precisos. Empecé a caminar, buscaba algún mendigo que me dé una gran historia. No lo encontré.

Terminé en una fonda del Abasto profundo. Pedí una cerveza, y otra, la tercera ... cuarta...

Algo pasó. De repente, la silla se empezó a levantar, siguió, estaba casi en el techo. Miré hacia abajo, vi a la gente, sus tristezas, sus recuerdos. Me aburrí.

Giré la cabeza hacia la calle Jean Jaures. Vi un morocho que se parecía a Gardel. Pero este cantaba mejor, ¿o será el tiempo ? Luego dí la vuelta para el lado de Anchorena. Había un pelado, un cajón de manzanas, una guitarra. Lo raro es que ahí ya era una mañana de sol.

Me desperté en casa. No entendía demasiado. Me levanté. Tropecé con una nota que decía:
Flaco, linda borrachera. Te tuve que traer. Cuidate.

Firmaba un tal
Negro Roberto


Andrelo
Buenos Aires, Noviembre 2006 (remixado entre Febrero 2009 y Febrero 2013)



NOTA CONFUNDIDORA
Con el debido respeto a los creyentes, debo aclarar que me cuesta asimilar la idea de los cielos, los infiernos. Obviando el chiste de Mark Twain, ese del cielo por el clima, y el infierno por los amigos, me resulta bastante extraña la idea de que sólo el que sigue ciertas reglas se merece el paraíso. Pocas cosas tan lindas como las búsquedas espirituales de las personas, y pocas cosas tan raras como la institucionalización de esas búsquedas que suelen proponer las religiones.
Pero en el supuesto caso de que exista algo así cómo un cielo, supongo que lo mejor es imaginarlo como ese gran cuento de Fontanarrosa (El cielo de los argentinos). O sí uno es del barrio que es, soñar a Carlitos cantando algún tango, o a Luca despertando conciencias. Y que cuando a uno le toque, nunca falten los papeles, las biromes. Y poder escribir sobre fútbol, sobre bares, amistades.

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