lunes, 8 de diciembre de 2008

EN EL BANCO DE UNA PLAZA

Aferrarse a la ilusión de que todo tiene un sentido, y saber que no lo tiene. Es eso, Marcos, creeme.

De niño he cuidado mariposas, alcauciles, mandarinas. Nada ha funcionado. Pero no me rendí. Supongo que si el tren avanza, la mayoría también avanzamos. ¿ Acaso hubieras bajado ? Puede ser, a veces cobardía rima con valentía, y lo fácil es seguir.

Volví a intentarlo. Me instalé al costado de la ruta. Empecé con el negocio de los sueños, la venta de ilusiones, la compra de tristezas. Por un tiempo funcionó. La gente pasaba, conversaba.

Me faltó viveza, sabés que lo mío no son los negocios. Empezaron los reclamos. Que por qué me vendiste tal sueño, si nunca pasó, si sólo lo viví por las noches, que devolveme la plata.

El colmo fue cuando apareció un abogado. Quería hacerme un juicio. Decía que lo había estafado, que los sueños sueños son y no se puede comerciar con eso. Me acordé de Francisco. Si, el flaco que se sentaba atrás nuestro en segundo año. También es abogado. Me empezó a hablar de contratos, de porqué no puse las cláusulas, que tendría que haber dado una garantía limitada. Palabras raras, ¿ no ?

Ahí me fuí a las montañas, a cuidar las ovejas de un amigo. Andaba todo bien, comía todos los días. El problema fue cuando se me ocurrió regalarle sueños a las ovejas.

Fue increíble eso. ¿ Alguna vez viste bailar a una oveja ? ¿ Cantar canciones por la noche ? ¿ O gritar algún gol ? Al amigo no le gustó nada, se enojó. Si lo mío fueran los negocios, le hubiera regalado algún sueño. No pude, me faltó coraje.

Y acá estamos, en este descascarado banco de plaza. Mañana arranco de nuevo. No, Marcos, no me mientas, soy consciente que lo que viene es complicado, pero no sé hacer otra cosa que seguir. Sólo viajo por costumbre. Por ahí se da esa absurda conjunción de los astros que me expliquen el por qué. Es eso, Marcos, creeme.

Andrelo
Bogotá, Noviembre 2007